La aparición de los dispositivos
móviles y, sobre todo, de Internet, ha revolucionado nuestras vidas y,
especialmente, la forma de relacionarnos y comunicarnos. Nos encontramos en la
era digital, en un mundo totalmente conectado.
Sin embargo, en este contexto
aparece la llamada “brecha digital”.
La brecha digital hace referencia a la desigualdad entre las personas que pueden tener acceso o conocimiento en
relación a las nuevas tecnologías y las que no. Las desigualdades se
producen tanto en el acceso a
equipamientos (primera brecha digital) como en la utilización y la comprensión
de las que ya se encuentran a nuestro alcance (segunda brecha digital: diferencias
entre los inmigrantes y los nativos digitales).
Desde la perspectiva educativa Catela
(2012) afirma que los estudiantes de hoy ya no son el tipo de personas para las
que fue diseñado el sistema educativo que padecemos debido a la llegada y
rápida propagación de la tecnología digital en las últimas décadas del siglo
XX. Esto da como resultado de ese
entorno digital omnipresente “que pertenecen a esta nueva generación, piensan y
procesas la información de manera distinta a sus predecesores. Son diferencias grandes
y profundas, hasta el punto de que se puede afirmar que sus patrones de
pensamiento han cambiado”.
Los nativos digitales, dice Catela
prefieren el acceso aleatorio y distribuido antes que una secuencialidad
ordenada. No hay planteamiento, nudo o desenlace. Están acostumbrados a recibir
mucha información y a procesarla muy deprisa. Les gusta hacerlo en paralelo y
son capaces de realizar muchas tareas al mismo tiempo (o de empezar, aunque no
las concluyan). Sobre la información, dice que el acceso es inmediato, rápido,
a demanda y a voluntad. Los usuarios habituales de las redes se crecen con la
gratificación instantánea y con las recompensas frecuentes.
Además, los nativos digitales
prefieren los gráficos, los audiovisuales, antes que el texto. Para ellos, una
imagen vale mucha más que mil palabras. Esta es la razón principal del éxito de
Youtube.
A menudo los nativos viven enganchados,
viven conectados. Los cables (o los aparatos inalámbricos) son casi apéndice de
su cuerpo. Cuando se está ante el problema del consumo excesivo por parte de
menores, que es también compulsivo y que se hace mayoritariamente en sus
espacios privados (habitaciones) sin supervisión ni control familiar, la
generación “digital”, dice Catela, cambia su nombre por el de “generación búnker”:
La generación búnker
Bibliografía:
Contreras Orozco, J. H. & Perea Henze, I.: Comunicación, ciberperiodismo y nuevos formatos multimedia interactivos. Capítulo IV: De la generación digital a la generación "búnker". Egregius.
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